Por Robert C. Koehler
Doy la bienvenida al nuevo año con una sensación de impotencia abstracta, mientras los titulares siguen mostrándonos niños muertos, hospitales bombardeados, torturas, violaciones y, por supuesto, cada vez más “autodefensa” (a veces conocida como genocidio).…En busca de una cura para el cáncer de la humanidad.
Desde mi oficina, segura y protegida, absorbo las noticias diarias (de Gaza y de todo el planeta) con un sentimiento de culpa e ingenuidad. ¿Qué demonios sé yo de lo que se siente cuando bombardean mi casa o mi tienda de campaña, cuando ven morir a mis hijos, cuando no tienen acceso al agua y mucho menos a la atención sanitaria? ¿Es suficiente empatizar cómodamente con los daños colaterales de este mundo en guerra?
No, no, no, no lo es.
Pero aun así, me solidarizo y tiemblo hasta lo más profundo con una incredulidad que nunca desaparece: “Como si los bombardeos incesantes y la terrible situación humanitaria en Gaza no fueran suficientes, el único santuario donde los palestinos deberían haberse sentido seguros de hecho se convirtió en una trampa mortal”.
Las palabras son las de Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, citado en un reciente informe de la ONU sobre la continua devastación de los hospitales palestinos por parte de Israel y su destrucción prácticamente total del sistema de salud del territorio ocupado, incluido el arresto –el secuestro– de cientos de médicos y otros profesionales de la medicina, que a menudo terminan siendo torturados y a veces asesinados.
El informe de la ONU se publicó “apenas unos días después de que el último centro de salud importante que funcionaba en el norte de Gaza, el Hospital Kama Adwan, fuera retirado del servicio tras una redada de las fuerzas militares israelíes, dejando a la población del norte de Gaza casi sin acceso a una atención médica adecuada”, según UN News .
“El personal y los pacientes se vieron obligados a huir o fueron detenidos, y hubo numerosos informes de torturas y malos tratos. El director del hospital fue detenido y se desconoce su suerte y paradero.
“Durante el período abarcado por el informe, hubo al menos 136 ataques contra al menos 27 hospitales y otras 12 instalaciones médicas, que causaron importantes bajas entre médicos, enfermeras, sanitarios y otros civiles, y provocaron importantes daños, si no la destrucción total, de la infraestructura civil”.
Es prácticamente imposible asimilar noticias como ésta sin reducirlas primero a una abstracción. Es algo que está sucediendo “allá”, en algún lugar, a gente que no conozco. Y pronto el mundo mismo –el mundo en el que todos vivimos– es en su mayor parte una abstracción… una entidad separada por fronteras. Puedo leer sobre cosas terribles que suceden en lugares distantes, pero mi sentido de conexión real con ellas desaparece.
El artículo de UN News continuó señalando: “La protección de los hospitales durante la guerra es primordial y debe ser respetada por todas las partes, en todo momento”.
Y aquí es donde se activó mi alarma interna. No estoy en desacuerdo con el punto de la frase anterior, pero falta algo. Algo crucial. Su punto básico es éste: cuando se está librando una guerra, hay que obedecer ciertas reglas, por ejemplo, no bombardear hospitales sin una razón muy, muy buena. Si lo haces, has hecho algo malo. Has cometido un crimen de guerra.
No es simplemente que los actos de guerra estén cómodamente envueltos en jerga legal, sino que la guerra en sí misma –en el contexto en el que se origina el término “crimen de guerra”– no se cuestiona ni se cuestiona moralmente. La guerra simplemente existe . Es una certeza moral transcultural. Es parte integral de la civilización misma. Es inevitable que diversas entidades sociales en todo el planeta estén en desacuerdo y/o se enojen entre sí de vez en cuando, y cuando lo hacen –¿qué opción les queda?– van a la guerra. Así son las cosas. Está bien matar, solo hay que hacerlo dentro de ciertas reglas. Y en su mayoría esas reglas se aplican al perdedor, no al ganador. Ciertamente esto es cierto en retrospectiva.
Y de repente, la sensación de abstracción que sentía comienza a hacerse añicos. El concepto de guerra convierte instantáneamente la vida misma en una abstracción. No importa que todas las religiones (véase Génesis 1:27) parezcan reconocer el valor de la vida humana… de la vida misma. La mayoría de las religiones son también las primeras en enviar sus tropas -o, hoy en día, sus tanques y bombarderos- a la batalla.
Hace un año escribí : “Nosotros —me refiero a la mayor parte de la humanidad— todavía estamos jugando con la llamada ‘teoría de la guerra justa’, la justificación intelectual de la guerra que se remonta a San Agustín y a los primeros siglos de la era común.
“Ya sabes, la violencia es moralmente neutral y, por lo tanto, cuando la causa es justa y sagrada, ¡adelante! Matad a los no creyentes… La neutralidad de la violencia puede ser utilizada por cualquiera que ocupe una posición de poder”.
Y, ah, sí, antes de abrir fuego, antes de empezar a matar, hay que dar un paso espiritual que entra directamente en el proceso: hay que definir y luego deshumanizar al enemigo. Una vez que eso sucede, ¡que se deshaga! Lo único que te detiene ahora son las llamadas reglas de la guerra, que supuestamente protegen a los civiles inocentes y hacen que todo sea razonable. Qué broma. La violencia es venenosamente adictiva y se expande fácilmente, en cualquier lugar y en todas partes.
La guerra, como he señalado, es el cáncer de la humanidad. Su aparente inevitabilidad está arraigada en el presupuesto militar global. Tenemos unos cuantos miles de armas nucleares listas para funcionar (“si es necesario”) y, por lo tanto, el poder para destruir toda la vida en el planeta Tierra, es decir, a nosotros mismos. ¿No es hora de comenzar a repensar este posible Armagedón?
¡ Somos capaces de crear la paz ! La mayoría de nosotros la deseamos, al menos para nosotros mismos, nuestros seres queridos, nuestra comunidad y nuestro país. Simplemente no sabemos qué es, y no, no se trata de un cliché de armonía perfecta. Pero comienza con la única regla de guerra que es necesaria: no debe volver a librarse nunca más.
Fuente del articulo : http://commonwonders.com/finding-a-cure-for-humanitys-cancer/
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